Así comienza el libro...

El perro. Fue con él con el que empezó todo. Si no hubiera visto al perro solitario quizá no habría ocurrido nada. Nada de lo que después se convirtió en algo tan importante que cambió todo. Nada de lo que primero fue emocionante y luego espantoso. Todo empezó con el perro. El perro solitario que había visto aquella noche del invierno pasado cuando se había despertado de repente, se había levantado de la cama y se había sentado en la especie de hornacina donde estaba la ventana. Por qué se había despertado en mitad de la noche era algo que no sabía. ¿Habría soñado tal vez?

sábado, 14 de abril de 2007

Se llamaba Celestine

Era en las noches de invierno, cuando papá Samuel y Joel estaban sentados en la cocina, cuando éste escuchaba embobado las narraciones.
Encima de la cocina, en una vitrina de cristal, había una maqueta de barco. Se llamaba Celestine su padre se lo había
comprado a un indio pobre en Mombasa. Cuando papá Samuel colgaba sus calcetines húmedos a secar debajo, el cristal se cubría de vaho, y Joel se imaginaba que Celestine, envuelto en un banco de niebla, estaba esperando un viento favorable.
Un día sería liberada la casa donde vivían. Levarían anclas y después se deslizarían lentamente por el río siguiendo la corriente, pasarían el cabo donde estaba la vieja pista de baile. Pasada la iglesia desaparecerían en los profundos bosques.
-Háblame del mar -solía pedir Joel. Entonces, papá Samuel encendía la radio y giraba el mando hasta que lo único que se oía era un ruido.
-Así suena el mar -decía-. Cierra los ojos y mira delante de ti. El mar que nunca se acaba.

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Los días pueden llegar a ser monótonos en una ciudad con muchos bosques y poco sol, donde tu padre habla poco y se siente la soledad de una madre ausente. Y Joel inventa un mundo de sueños y desafíos para crecer. Pero la realidad de cada día se hace presente y, además de inventar historias, Joel tiene que asumir sus responsabilidades, sus amistades y su pasado.